Se trata de una imagen de tamaño natural, realizada
íntegramente en madera de cedro para vestir, si bien se haya anatomizada.
Estucada y policromada al óleo, ha recibido la advocación de Nuestro Padre
Jesús de la Salud y el Perdón en su Soberano poder ante Pilatos y representa el
momento en que Cristo comparece por primera vez ante Poncio Pilatos.
El escultor e imaginero de Morón de la Frontera (Sevilla) ha
querido representar al Varón semidesnudo, de forma similar al pasaje del
Despojo, con dos propósitos: Desarrollar más el campo anatómico, con lo cual
quedan el descubierto los hombros, los fornidos brazos, el ancho tórax y la
parte superior de la zona abdominal; y variar el tan manido estereotipo de
Jesús Cautivo tapado hasta el cuello, aunque algunos de los simulacros de
llevan dicho aspecto, siendo solamente visibles cabeza, manos y pies, también
se encuentren anatomizados al completo.
El Cristo aparece en actitud de caminar, ya que como hemos
dicho recrea el instante en que es llevado a presencia del gobernador romano.
Martín Nieto transmite dolor a través del rostro sin renunciar a la dulzura;
dolor por el maltrato infligido por esbirros y guardia desde el momento del
Prendimiento, y dulzura por la resignación y mansedumbre que sólo Jesús, como
presencia divina, pudo tener tan amargos instantes.
Dicha aflicción se manifiesta también a través de las dos
lágrimas de cristal que simulan brotar de sus ojos azulados, entornados por el
llanto. La agonía psíquica vivida hace rato en el Huerto de los Olivos queda patente por las marcadas ojeras,
incipiente palidez de las carnes antes ribicundas, y los finos hilillos de
sangre que, fruto de la hermohidrosis, parten de su frente y alcanzan hasta el
nacimiento del pecho. La extrema hinchazón de las manos, cruzadas por delante,
a la altura de las caderas, refleja las fuertes ataduras del reo.